Las ruedas del coche derraparon sobre el asfalto mientras Erica conducía a gran velocidad intenta escapar. Si el cristal del retrovisor no se había roto es porque este, como el resto del coche, era cristal antibalas. El coche que los perseguía se acercaba a ellos peligrosamente, necesitaban despistarlo de la forma que fuera para lograr huir. Si no lograban salir del país esta noche, estaría perdidos.
Marc miraba nervioso a través del cristal trasero, viendo como alguna que otra bala impactaba en el todoterreno de su compañera. El miedo a ser atrapado corría por sus venas.
-Eri...
-¡¿Qué?!- Le gritó ella. Se notaba lo nerviosa que se encontraba en ese momento.
-Nos están dando alcance...
-¡Joder, Marc! ¡¿Crees que no lo sé?!
-Sí... Bueno...
Erica resopló. Estaba cabreada consigo misma por haber sido tan estúpida de haberle permitido a Marc parar. No deberían haberlo hecho hasta atravesar alguna zona segura, y eso no pasaría hasta que no abandonasen el país.
-Lo siento... Si no te hubiera pedido parar... No estarían pisándonos los talones- se disculpó el chico, decaído.
-No es tu culpa. Marc. La culpa es mía por haber sido tan tonta de permitirte parar- suspiró-. Tenemos que dejarlos atrás como sea.
Marc miró la carretera que se extendía delante de ellos, mientras veía como Erica sorteaba los pocos coches que se encontraban de por medio y estos derrapaban y paraban en el arcén al querer esquivar al todoterreno que se les venía encima.
Los disparos sobre el coche no les dejaba pensar con claridad. Erica buscaba desesperadamente la forma de deshacerse de sus perseguidores. Ahora que por fin, después de tanto tiempo, había logrado encontrar al Elegido, no podía permitir perder la guerra en una triste persecución automovilística.
La chica giró bruscamente el volante, haciendo que el 4x4 se precipitara fuera de la calzada. Sabía que si seguí conduciendo por la carretera, jamás podría darles esquinazo, pero esperaba que conducir por el medio de la arboleda que rodeaba ese camino les fuera de ayuda. Sin variar la velocidad a la que iba, sorteaba los árboles como si no estuvieran en medio de su camino, mas su contrincante era tan buen conductor como ella. La anchura del coche no le permitía meterse por donde ella quería, con lo que tenía que, muchas veces, pasar chocando y derribado pequeñas plantas o arbustos, que muchas veces se quedaban atrapados en el limpiaparabrisas.
La vampiresa decidió hacer un giro, dirigiéndose directamente hacia el coche que los perseguía.