-¿Cómo?- Preguntó uno de los Ancianos.
-Bien, los guardianes de la puerta del viejo mundo. Ellos me darán la respuesta acerca de quién permitió que un demonio tan peligroso pudiera salir e intentar matarme.
Los Ancianos y el resto de líderes de los clanes se miraron entre ellos, ninguno de ellos había caído en una respuesta tan simple.
-Yo mismo iré a preguntarles, pues- se ofreció voluntario uno de los demonios allí presentes.
-¡Oh! No es necesario. No es por ser desconfiada, pero... Prefiero que vaya alguien de mi plena confianza- le respondió Sam-. Con vuestro veredicto no sabré si intentáis culpar a otro de lo que vos habéis hecho o, sin embargo, me decís la verdad.
El hombre asintió, sin decir nada más.
-¿Quién irá, pues?- Preguntó el padre de Sam, esperando que su hija decidiese enviarlo a él, como un nuevo voto de confianza recuperada.
-Bien sencilla es la respuesta -miró al gato que se encontraba frente a ella y, sin decir nada más, este salió de la sala.
-¿Os fiáis de ese animal?- Preguntó molesto uno de los Ancianos.
-Le confiaría mi vida si fuera necesario- se limitó a responder la joven diablesa.
No pasó mucho tiempo hasta que el animal volvió y se subió de nuevo a la mesa, mirando a todos y cada uno de los presentes.
-¿Ya sabes quién ha sido?- Preguntó Sam.
-Sí, el guarda me confirmó que el que dio la orden para poder sacar al demonio que te atacó es alguien con mucho poder -caminaba sobre la mesa mientras hablaba-, alguien al que no se le podía negar algo así ni tampoco hacía falta preguntar el por qué de una acción tan extraña pues, según me comentó, jamás se ha permitido salir a ningún demonio allí metido.
-Chico, ¿queréis dejar de enrollaros y decirnos quién es el culpable?- Le interrumpió el señor Dóminie, apremiando así que este respondiera.
-El caso- prosiguió Taku-. Es que quién dio la orden de liberar al demonio y asesinar a mi novia no es otro que el Anciano Evans.
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