La joven vampiresa llevaba todo el día vigilando a Marc. Parecía que aún no se había dado cuenta de que tenía dos pequeñas marcas de colmillos en su yugular y mucho menos de que ya no era un simple humano. Empezaba a arrepentirse de haberlo elegido. Parecía despistado y descuidado. ¿Cómo era posible que aún no se hubiera dado cuenta de la mordedura? ¿Acaso no le dolía? ¿Cómo podía ser tan raro?
Erica empezaba de desesperarse. No lograba entender como no se daba cuenta de lo que sucedía en su cuerpo. Si en un par de días el joven seguía sin enterarse, ella empezaría a tomar medidas. Como no era un vampiro completo no tenía de que preocuparse. Además, no necesitaría alimentarse hasta pasada una semana de su transformación. Y aún seguía vivo, hasta que no muriera no sería un verdadero vampiro. Y era preferible que no se transformase del todo hasta que fuera plenamente consciente de lo que ahora era. Sino, podría llegar a ser un grave peligro para la sociedad.
Marc estaba tirado en el sofá de su casa, con las persianas bajadas y viendo una peli de miedo. Erica lo vigilaba a través de las rendijas que quedaban. De momento todo estaba bien. No había nadie que la molestara.
No había pasado mucho tiempo desde que se viera obligada a mudarse. Estaba cansada de que la persiguieran e intentaran matar. Era lo que más odiaba de ser un vampiro. Todo lo demás le encantaba. Amaba el sabor de la sangre. Ella, a diferencia de otros muchos, jamás había matado a un humano, pero eso no le importaba a los Cazadores, ellos mataban a todo ser sobrenatural sólo por no ser humano, les daba igual si había matado o si no. Eran bestias y debían ser exterminadas por ello.
De momento, ninguno de ellos sabía que estaba allí y tenía que aprovechar el poco tiempo que tuviera para entrenar a Marc y prepararlo para la dura batalla en la que ella lo había metido, pero, estaba segura, de que él era quien lograría acabar con ese mal.
Mi pequeño lugar seguro en donde dejo volar mi imaginación con diferentes historias y en el que escribo lo que siento.
viernes, 20 de junio de 2014
lunes, 16 de junio de 2014
2: Desesperado
Era raro, pero hacía horas que no veía a su chica. No contestaba al teléfono, ni estaba en ninguno de sus lugares preferidos. Empezaba a preocuparse por ella. La necesitaba a su lado.
Ella era la única que conseguía tranquilizarlo y apartar de él su lado más sádico y asesino. Con su pequeña todo era mucho más sencillo y calmado. No podía estar ni un sólo segundo más sin ella. Tenía que buscarla y pensar dónde podía estar.
Nadie la había visto en las últimas horas, era todo muy extraño... No podía haber desaparecido así como así, ya que no podía salir de la academia sin permiso y si lo hacía, que normalmente lo hacía, era acompañada por él. Este asunto no le gustaba nada... Tenía que encontrarla cuanto antes.
Las horas seguía pasando, pero, en cambio, seguía sin saber nada acerca de su novia. Eso lo empezaba a desesperar y aún por encima, tenía hambre. Necesitaba probar un poco de su deliciosa sangre. Odiaba esa época, su hambre aumentaba por momentos y necesitaba beber más que nunca, por no hablar de su pérdida de conocimiento, nunca se acordaba de lo que hacía durante esos días, aunque siempre le decían que se volvía más peligroso de lo que ya era y tenía sentido, ya que su familiar siempre estaba destrozada física y mentalmente cuando el recobraba el conocimiento y control de su propio cuerpo. Pero, aún así, nadie le decía que hacía durante esa época, aunque tenía curiosidad, en ocasiones era mejor no saber.
Pasa su mano por el pelo, despeinándose, ya no podía más. No le quedaba otra que preguntarle a su madre por ella. Esperaba que ella no la hubiera tocado. No soportaba a su madre y menos aún cuando intentaba separarlos. Odiaba a su diablilla y no sabía por qué y eso lo cabreaba aún más.
Se dirigía hacia el despecho de su madre. Ya en frente de la puerta del mismo, aún sin llamar, escuchaba voces en el interior.
-¿Cómo le va a la señorita Night ahí abajo?- la voz de su madre sonaba dura, aunque parecía disfrutar con ese tema.
-Aún grita de vez en cuando, pero por lo general está callada.
-Perfecto. Pero mi hijo jamás debe enterarse de ello. Le haré saber que su amada demonio lo ha abandonado y ha decidido prescindir de él y de sus estudios en esta institución- tras ello, empezó a reírse, lo que aumentaba el enfado de su hijo.
-Él no es tan estúpido como para creerse eso, Directora.
-Él creerá lo que yo le diga. No puedo permitir que ellos dos sigan juntos y menos cuando esos días se acercan- su voz sonaba más dura y fría que antes-. Si es necesario, matarla.
La puerta se abrió de golpe. El joven vampiro entró por ella, sus ojos eran del color de la sangre. Su madre, tragó saliva, sabía que de allí, no podría salir nada bueno...
Ella era la única que conseguía tranquilizarlo y apartar de él su lado más sádico y asesino. Con su pequeña todo era mucho más sencillo y calmado. No podía estar ni un sólo segundo más sin ella. Tenía que buscarla y pensar dónde podía estar.
Nadie la había visto en las últimas horas, era todo muy extraño... No podía haber desaparecido así como así, ya que no podía salir de la academia sin permiso y si lo hacía, que normalmente lo hacía, era acompañada por él. Este asunto no le gustaba nada... Tenía que encontrarla cuanto antes.
Las horas seguía pasando, pero, en cambio, seguía sin saber nada acerca de su novia. Eso lo empezaba a desesperar y aún por encima, tenía hambre. Necesitaba probar un poco de su deliciosa sangre. Odiaba esa época, su hambre aumentaba por momentos y necesitaba beber más que nunca, por no hablar de su pérdida de conocimiento, nunca se acordaba de lo que hacía durante esos días, aunque siempre le decían que se volvía más peligroso de lo que ya era y tenía sentido, ya que su familiar siempre estaba destrozada física y mentalmente cuando el recobraba el conocimiento y control de su propio cuerpo. Pero, aún así, nadie le decía que hacía durante esa época, aunque tenía curiosidad, en ocasiones era mejor no saber.
Pasa su mano por el pelo, despeinándose, ya no podía más. No le quedaba otra que preguntarle a su madre por ella. Esperaba que ella no la hubiera tocado. No soportaba a su madre y menos aún cuando intentaba separarlos. Odiaba a su diablilla y no sabía por qué y eso lo cabreaba aún más.
Se dirigía hacia el despecho de su madre. Ya en frente de la puerta del mismo, aún sin llamar, escuchaba voces en el interior.
-¿Cómo le va a la señorita Night ahí abajo?- la voz de su madre sonaba dura, aunque parecía disfrutar con ese tema.
-Aún grita de vez en cuando, pero por lo general está callada.
-Perfecto. Pero mi hijo jamás debe enterarse de ello. Le haré saber que su amada demonio lo ha abandonado y ha decidido prescindir de él y de sus estudios en esta institución- tras ello, empezó a reírse, lo que aumentaba el enfado de su hijo.
-Él no es tan estúpido como para creerse eso, Directora.
-Él creerá lo que yo le diga. No puedo permitir que ellos dos sigan juntos y menos cuando esos días se acercan- su voz sonaba más dura y fría que antes-. Si es necesario, matarla.
La puerta se abrió de golpe. El joven vampiro entró por ella, sus ojos eran del color de la sangre. Su madre, tragó saliva, sabía que de allí, no podría salir nada bueno...
jueves, 5 de junio de 2014
1: Encerrada
Lanzar el cuchillo, cogerlo por su afilado filo. La sangre no tardó en brotar. Un suspiro de aburrimiento. Volver a repetir el movimiento. Gota a gota, el suelo se va tiñendo de rojo.
Dejarlo a un lado, observar como el corte se cierra solo en menos de un minuto. Resoplar... No saber que hacer para matar el tiempo... Matar... Hasta eso le empezaba a parecer aburrido.
El tiempo corría lentamente, los segundos parecían horas. ¿Cuánto tiempo llevaba lanzando su "juguetito"? No estaba segura. Podrían ser horas, aunque seguramente no hubieran pasado más que unos pocos segundos.
Nunca entendería por qué la directora la odiaba tanto. Tenerla allí encerrada, sin poder hacer nada la estaba matando, aunque lo que más la dañaba no era el echo de estar encerrada, sino que él no estaba... Su mejor amigo, su novio... ¡Cuánto lo echaba de menos! Sin él el tiempo pasaba tan lento...
¿Por qué era tan malo que una diablilla como ella saliera con un vampiro de unos pocos siglos más que ella? ¡Si ambos eran adolescentes!
Odiaba a su directora. La que la había castigado encerrándola en aquella mazmorra apestosa, con ese estúpido collar que le impedía usar magia para salir, o mismamente trasformarse. Deseaba escapar para reunirse con su amado vampiro.
Se acercaba aquellos odiosos días, lo notaba. Necesitaba que la sacasen de allí de una vez por todas y que acabasen con su dolor. La sangre no hacía más que aumentar dentro de ella, la dañaba, necesitaba que él eliminase su exceso.
Sabía que la directora la había encerrado aposta esos días, pero seguía sin saber el por qué. No había incumplido ninguna norma de la academia y era quien mayores notas sacaba. No entendía nada.
Sus ojos se tiñeron de rojo y empezó a rugir.
Escuchó un ruido detrás de la puerta, alguien venía a por ella...
Dejarlo a un lado, observar como el corte se cierra solo en menos de un minuto. Resoplar... No saber que hacer para matar el tiempo... Matar... Hasta eso le empezaba a parecer aburrido.
El tiempo corría lentamente, los segundos parecían horas. ¿Cuánto tiempo llevaba lanzando su "juguetito"? No estaba segura. Podrían ser horas, aunque seguramente no hubieran pasado más que unos pocos segundos.
Nunca entendería por qué la directora la odiaba tanto. Tenerla allí encerrada, sin poder hacer nada la estaba matando, aunque lo que más la dañaba no era el echo de estar encerrada, sino que él no estaba... Su mejor amigo, su novio... ¡Cuánto lo echaba de menos! Sin él el tiempo pasaba tan lento...
¿Por qué era tan malo que una diablilla como ella saliera con un vampiro de unos pocos siglos más que ella? ¡Si ambos eran adolescentes!
Odiaba a su directora. La que la había castigado encerrándola en aquella mazmorra apestosa, con ese estúpido collar que le impedía usar magia para salir, o mismamente trasformarse. Deseaba escapar para reunirse con su amado vampiro.
Se acercaba aquellos odiosos días, lo notaba. Necesitaba que la sacasen de allí de una vez por todas y que acabasen con su dolor. La sangre no hacía más que aumentar dentro de ella, la dañaba, necesitaba que él eliminase su exceso.
Sabía que la directora la había encerrado aposta esos días, pero seguía sin saber el por qué. No había incumplido ninguna norma de la academia y era quien mayores notas sacaba. No entendía nada.
Sus ojos se tiñeron de rojo y empezó a rugir.
Escuchó un ruido detrás de la puerta, alguien venía a por ella...
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