Lanzar el cuchillo, cogerlo por su afilado filo. La sangre no tardó en brotar. Un suspiro de aburrimiento. Volver a repetir el movimiento. Gota a gota, el suelo se va tiñendo de rojo.
Dejarlo a un lado, observar como el corte se cierra solo en menos de un minuto. Resoplar... No saber que hacer para matar el tiempo... Matar... Hasta eso le empezaba a parecer aburrido.
El tiempo corría lentamente, los segundos parecían horas. ¿Cuánto tiempo llevaba lanzando su "juguetito"? No estaba segura. Podrían ser horas, aunque seguramente no hubieran pasado más que unos pocos segundos.
Nunca entendería por qué la directora la odiaba tanto. Tenerla allí encerrada, sin poder hacer nada la estaba matando, aunque lo que más la dañaba no era el echo de estar encerrada, sino que él no estaba... Su mejor amigo, su novio... ¡Cuánto lo echaba de menos! Sin él el tiempo pasaba tan lento...
¿Por qué era tan malo que una diablilla como ella saliera con un vampiro de unos pocos siglos más que ella? ¡Si ambos eran adolescentes!
Odiaba a su directora. La que la había castigado encerrándola en aquella mazmorra apestosa, con ese estúpido collar que le impedía usar magia para salir, o mismamente trasformarse. Deseaba escapar para reunirse con su amado vampiro.
Se acercaba aquellos odiosos días, lo notaba. Necesitaba que la sacasen de allí de una vez por todas y que acabasen con su dolor. La sangre no hacía más que aumentar dentro de ella, la dañaba, necesitaba que él eliminase su exceso.
Sabía que la directora la había encerrado aposta esos días, pero seguía sin saber el por qué. No había incumplido ninguna norma de la academia y era quien mayores notas sacaba. No entendía nada.
Sus ojos se tiñeron de rojo y empezó a rugir.
Escuchó un ruido detrás de la puerta, alguien venía a por ella...
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