Cuando volvió a su habitación Erica estaba sentada sobre su cama, con una sonrisa en los labios y las piernas cruzadas, esperándolo tranquilamente.
-¿Tienes hambre, verdad?- le preguntó la chica sin dejar de sonreír.
-Sí. ¡¿Pero cómo has entrado aquí?!
-Por la ventana. Estaba abierta. Así que he aprovechado mientras ibas al baño para poder entrar.
-Eso es allanamiento de morada, bonita.
-Lo sé. Pero tú me permitiste entrar- le contestó tras una risilla.
-¡Antes! ¡No ahora!- le corrigió el chico, bastante molesto.
-¡Ah! Que sólo era una invitación temporal...
-¡Pues claro!
Erica se puso en pie mientras se reía y se dirigió hacia la puerta. Al llegar a ella se giró, mirando a Marc.
-Venga, Elegido, vamos a comer un poco.
-¡Erica! ¡No pienso beber de nadie!
-¿Quién ha hablado de gente?- otra risilla sonó por la habitación del chico-. Te espero abajo- dicho lo cual salió de la habitación del chico.
Tras cinco minutos Marc bajó al salón, donde lo esperaba Erica tranquilamente.
-¿Vamos?
-Claro...
-Tranquilo, chico guapo, será fácil. No tengas miedo.
Marc se limitó a asentir y siguió a la vampiresa al exterior de la casa.
El sol había una hora que se había puesto, con lo cual ya no había mucha gente por la calle, excepto alguna que otra pareja dando un paseo y algunos adolescentes dispuestos a pasar la noche en la calle.
Erica condujo a Marc hasta el bosque que quedaba detrás del parque del pueblo. Era un lugar con algún que otro animal salvaje y un buen sitio en donde correr por las mañanas. A esas horas el bosque estaba desierto. La chica se adentró aún más en el bosque y paró tras veinte minutos.
-¿Qué hacemos tan adentro? Aquí hay animales salvajes- Marc miraba a Erica algo confuso.
-Lo sé. Por eso estamos aquí. Aún no eres un vampiro completo, tu sed de sangre no es demasiado fuerte. La sangre de los animales te llega para sobrevivir. Yo la tomo también, pero siempre necesito la humana. Pero ya sabes que no mato.
-Ya, pero..., ¿pretendes que me quede aquí hasta que pase un animal?
-¡Claro que no!- se rió la chica-. Vas a cazar.
-¿Crees que sé cazar?
-Vamos, chico guapo, haz todo lo que te diga.
-Está bien...- suspiró el chico. No tenía nada que perder por hacerle caso.
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