Taku ya estaba en la entrada de la academia mucho antes de que Sam llegara seguida de su familiar transformado en perro, un enorme malamute de pelaje bastante oscuro. Taku tenía en su hombro a su familiar transformada en gata blanca. Este al ver a su novia le sonrió y la besó. Al separarse se fijó que su chica no llevaba maleta alguna, ni siquiera una pequeña caja en la que guardar sus cosas para llevárselas de la academia.
-¿Amor, no llevas nada?
-¿Para qué llevarlo en la mano pudiendo utilizar mi magia?
-Cierto...- Taku se rió.
-¿Y tú, amor? ¿No te llevas nada?
-Solo tengo ropa, nada que quiera conservar.
-Pues vamos a tener que ir de compras. Cosa que no me gusta nada.
-Bueno... Si no queda otra...- se volvió a reír y abrazó a su novia besándole la frente-. ¿Y adónde podemos ir?
Ambos se quedaron pensando un momento.
-La casa que heredé de mi madre no está muy lejos de aquí, podemos instalarnos en ella. Allí mi padre nunca va, ¿qué te parece?
-Una muy buena idea- abrazó y besó la frente de su novia-. Así podremos estar tranquilos.
-Si..- la chica sonrió y miró a su perro- Gaziel, ¿por qué no vais yendo ya Nana y tú hacia allí?
El perro asintió y esperó a que la gata blanca se le subiera al lomo para poder ir hacia su nuevo hogar.
-¿Y ahora qué hacemos tú y yo, amor?
-¿No es obvio? Y a por ropa nueva para ti.
La chica se rió y cogiendo la mano de su chico salieron de la academia de la que habían sido expulsados.
Tras varias horas la joven pareja llegó a una vieja mansión del siglo XIV, perfectamente conservada y cuidada, en la que se percibía que volvía a haber vida en ella. Los familiares de ambos los esperaban en el alto de la escalera, con su aspecto humano, y sonriéndoles.
-¡Sam! ¡Me pido mi viejo cuarto!- le gritó Gaziel desde el piso superior.
-Claro. A mi mientras me dejes el mío, me da igual cual elijas- le sonrió y miró a Nana-. ¿Te quedas a vivir con nosotros?
-No quiero ser una molestia Sam...- le contestó ella tímidamente.
-No lo serás. Tengo una mansión enorme, quiero más vida en ella.
-Está bien. Les diré a mis padres que me mudo.
Sam le sonrió y subió por las escaleras para guardar la ropa recién comprada en el armario de su habitación.
-Oye Sam...- la llamó Gaziel.
-¿Qué pasa?
-Los Ancianos y los otros líderes de los clanes quieren verte.
Sam miró a su novio. Sabía que ese día se produciría, pero no esperaba que fuera tan pronto.
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