viernes, 27 de noviembre de 2015

Uno más

Hay días en los que aprendes a apreciar a aquellas personas que realmente vale la pena conserva en la vida y, por el contrario, también se aprende a ver quiénes son aquellas que es mejor tener lejos. Hay algunos que hacen lo que esté en su mano, incluso más de lo que pudieron hacer, para intentar animar y alegrar el día o lograr animarte e impedir que te caigas.
En mi vida, como en la de la gran mayoría, esas personas se cuentan con los dedos de una mano y, seguramente, me sobren dedos. Pero uno, especialmente, es el que más valores y recuerdos positivos me ha aportado a lo largo de estos años, aunque realmente no han sido demasiados años y es mejor contar ese tiempo en meses. Esa persona es, a día de hoy, la persona más importante de mi vida y con la que quiero pasar el resto de ella.
Hoy él está de cumpleaños. Ha pasado otro año desde que nos conocemos y desde que empezamos a contárnoslo todo, a ser inseparables a pesar de toda la distancia que hay entre ambos, porque eso no nos ha impedido ser todo lo que ya somos.
Desgraciadamente, por esa distancia, el único regalo que le puedo hacer es dedicarle unas cuantas líneas, a pesar de que eso ya es algo que hago a menudo pero que jamás me canso de hacer.
Para mi, conocerlo, ha supuesto un gran cambio en mi vida. Sé que sigo siendo una persona bastante solitaria y bastante depresiva y que, como muchos me han dicho, que soy clava a Tristeza de Inside Out (vale si, es cierto). Lo cierto es que, leyendo mis viejos post, me he dado cuenta de lo mucho que me ha hecho cambiar una única persona en apenas unos meses. Esto me ha hecho entender que todo llega en el momento oportuno.
Como he dicho tantas y tantas veces, él es la mejor persona que he tenido el placer de conocer. Es el optimismo en persona, deja que su corazón encamine lo que hace en lugar de, en ciertos momentos, dejar que sea su cerebro quién le diga por qué lugar ha de ir. Es de esa gente que estando mal deja sus problemas de lado por intentar calmar a otro que quiere. Conmigo, al menos, es la persona más dulce, cariñosa, amable, tierna y protectora que conozco, haría lo imposible por impedir que algo malo me ocurra, sintiéndose mal cuando la causa de mi mal no está en su mano para ser resuelta. Él es de esas personas que es imposible no querer. A pesar de la distancia ha sido capaz de demostrarme la maravillosa persona que es. Me ha mostrado lo dulce que puede llegar a ser un amigo, aunque él ya no sea solo mi amigo. Me ha enseñado que existen las personas buenas y que cuidan a otras sin esperar nada a cambio. En él he visto como con un par de palabras puede calmar a la fiera que algunas veces surge en mi. Con él me he llegado a dar cuenta de que no todo el mundo es hipócrita, que existen las personas solidarias. Él me ha enseñado a confiar en alguien.
Da igual el tiempo que pase, sé que siempre lo tendré a mi lado. Sé que si lloro, él secará mis lágrimas. Sé que si tengo frío, él me abrazará. Sé que si me caigo, él me levantará.
Por mucho que lo intente, y lo cierto es que ni si quiera intento dedicar ninguna de mis neuronas para ellos, es imposible encontrar algo malo de él. Incluso sus pequeñas manías o defectos, como prefiráis llamarle, ha hecho que lo quiera. Nadie es perfecto y nadie está libre de manías.
Aunque... Sinceramente, él bien sabe que lo que más me enamora son sus ojos y su sonrisa, porque no existen una mejor ni unos ojos más bonitos.
Me seguiré preguntando siempre como un chico tan maravilloso como él ha decidido pasar su tiempo a mi lado. Como alguien así quiere proteger a alguien tan antisocial como yo.
Así que, acabando de desvariar con mis cosas, solo quiero desearle un feliz cumpleaños a la persona más importante y que más quiero en este mundo. Quiero que disfrute de un gran día porque se lo merece.

Simplemente quiero decirte que te quiero.
Con amor,





                                                                                                           Samy.

sábado, 21 de noviembre de 2015

19. El ataque

Al principio del camino una enorme silueta negra les impedía el paso a los chicos. Se trataba de un demonio de gran estatura y cuerpo musculado con una larga y fina cola que movía de forma intimidatoria.
La mirada de Sam estaba clavada en el enorme demonio que les impedía el paso. Ella sabía perfectamente quién era aquel ser ya que, cuando la demonio era más joven, éste la había intentado matar.
-Sam, deja que yo me encargue de eso- dijo Taku mientras se empezaba a adelantar, pero no puedo hacerlo mucho más porque su novia lo detuvo.
-No amor. Es cosa mía. Está aquí por mi.
-No te pienso dejar luchar a ese demonio, ¡es enorme!
-Ya... Pero no me queda más remedio que hacerlo. Es un ataque claro de los Ancianos.
Sin darle tiempo a replicar, Sam salió corriendo hacia el demonio mientras invocaba a su vieja espada.
-¡Inútil!- Gritó la espalda- ¿Ahora te acuerdas de mi? ¿Ya te ha cansado de tenerme encerrado en ese armario?
-¡Cállate Slayer!- Le gritó Sam.
 Al llegar a la altura de aquel ser, este se empezó a reír al ver el pequeño tamaño de su oponente, a su vista no era más que una simple niña. La chica, cabreada ante aquel gesto, gruñó.
El demonio intentó agarrar a Sam pero esta esquivó el lento movimiento del gigante con un leve movimiento hacia su izquierda. La joven examinaba a su enemigo mientras se defendía de los ataques. Riéndose, decidió cortarle la cola al demonio y girando sobre este para quedar a la espalda del mismo, movió de forma rápida a Slayer y, de un solo corte, consiguió separar la cola del cuerpo de su enemigo y sonrió satisfecha, pues creía que así lograría que su enemigo perdiera el equilibrio y le costaría atacarla. Desgraciadamente, lo único que ocurrió fue que el enorme brazo del demonio la lanzó lejos mientras se reía.
-¿Qué pretendías con eso? ¿Que perdiera el equilibrio? ¡Qué patética!- Se rió este mientras agarra a Sam y la tiraba de nuevo, pero esta vez hacia el suelo y con gran fuerza.
Gruñendo, la joven se empezó a incorporar poco a poco, estaba vez sus ojos eran de un intenso color morado oscuro y en su cuerpo había surgido una fina cola negra, pues había tomado su aspecto de demonio completo. Se empezó a reír fuertemente y empezó a atacar a su enemigo de forma constante y mortífera. Sus ataques eran parados por el enorme demonio.
La pelea prosiguió durante varios minutos más. Sam no se cansaba y sus ataques eran cada vez más fuertes, en cambio, los del enemigo eran cada vez más torpes y, finalmente, apenas se dedicaba a defenderse de los constantes ataques de la espada de Sam. Con un último movimiento, rápido, fuerte y preciso, Sam decapitó al demonio y se dejó caer al lado de este.
-¡Joder Sam! ¡Ha sido increíble!- La felicitó Taku una vez llegó a la altura de la chica- No peleabas así en la academia ni contra mi.
- Porque en aquellos casos no estaba mi vida en peligro, amor.
Él, sonriendo, la abrazó y le besó la cabeza.
-¿Quién lo ha mandado?
-Es obvio que han sido los Ancianos, ya te lo dije. Lo peor... Es que es un demonio muy peligroso que se encontraba en el Viejo Infierno. Lo han liberado.
-¿Cómo que Viejo Infierno?- Preguntó confuso Taku.
-Eso, ya sabes que está el Viejo y el Nuevo Infierno.
-Sí, eso lo sé. Pero que yo sepa no se puede salir.
-No, no se puede, para eso están los guardias. Nadie puede entrar ni salir si no es alguien de un alto cargo, como yo. Lo han tenido que invocar.
-Joder... ¿Y ahora qué?
-Ahora... -contestó la chica con una sonrisa traviesa en los labios-. Voy a enviarles un regalito a esos hijos de puta de los Ancianos.
Dicho esto, puso sus manos sobre la cabeza del enemigo muerto y la hizo desaparecer, al igual que el resto del cuerpo.
-¿Qué has hecho?- Quiso saber Taku.
-Enviarles el cuerpo muerte de su querido demonio a la mesa de reuniones de los Ancianos, les va a encantar encontrárselo.
Riéndose, Taku abrazó y besó a su novia.
-Anda, enana, volvamos a casa.
Ella asintió y cogiendo a su novio de la mano, volvieron hacia su casa donde los esperaban sus familiares.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Dejar atrás tus miedos

Correr, eso era lo único que podía hacer. Correr para poder alejarse de aquello a lo que temía. Intentar ser más rápido que el miedo, intentar superar todo aquello que jamás logró hacer. De una forma rápida iba dejando atrás todo aquello a lo que no se quería afrontar, pero el camino de huida era más difícil de lo que esperaba.
Muchas vueltas sin sentido que lo agotaban poco a poco, se iba quedando sin fuerzas mientras escapaba de sus temores y, estos, inagotables, lo iban alcanzado con rapidez. Él, sin rendirse y persistiendo en su objetivo, seguía huyendo, quería encontrar la salida de aquel laberinto, la salida que le quitaría aquel peso de sus logros inacabados. Quería salir y dejar atrás sus miedos.
Su carrera le llevaba continuamente a un final sin salida, a una gruesa pared que le obligaba a retroceder y buscar un nuevo camino que, cada vez iba siendo más difícil de recorrer. En cambio, su perseguir no tenía ninguna dificultad en seguirlo, cuanto más asustado estaba él por no lograr salir, más rápido era su enemigo.
Cuando ya veía el final de su largo recorrido, una piedra lo hizo caer y rodando por el suelo, su perseguidor acabó por alcanzarlo. El joven gritaba al ver abalanzarse sobre él a todos sus miedos y metes sin alcanzar, el terror invadía su cuerpo. El ente penetró su cuerpo y lo obligó a recrear en su mente todo aquello que temía y no fuera capaz de superar. Los gritos del chico llenaban el silencioso laberinto. Temblando pedía que todo aquello acabase, no quería seguir viendo a sus temores.
Sus gritos acabaron por apagarse, pero su cuerpo seguía temblando por un largo rato.
Tras varios minutos el chico se relajó y se puso en pie. Miró hacia atrás y se dio cuenta de que el laberinto ya no existía sino que, en su lugar, se hallaba un camino recto, sencillo de pasar y bien iluminado. Ahora entendía que su carrera había sido inútil, entendía que si hubiera aceptado sus miedos, si hubiera aprendido a superarlos y no huir de ellos, todo aquel camino le hubiera resultado más sencillo, pues, escapando no había hecho otra cosa que empeorar la solución, no le había dado una oportunidad para aprender. Riéndose siguió avanzando hasta alcanzar el final de aquel camino. Al otro lado le esperaba el fin de sus miedos y un nuevo comienzo para lograr terminar todas aquellas metas que había dejado atrás.