Correr, eso era lo único que podía hacer. Correr para poder alejarse de aquello a lo que temía. Intentar ser más rápido que el miedo, intentar superar todo aquello que jamás logró hacer. De una forma rápida iba dejando atrás todo aquello a lo que no se quería afrontar, pero el camino de huida era más difícil de lo que esperaba.
Muchas vueltas sin sentido que lo agotaban poco a poco, se iba quedando sin fuerzas mientras escapaba de sus temores y, estos, inagotables, lo iban alcanzado con rapidez. Él, sin rendirse y persistiendo en su objetivo, seguía huyendo, quería encontrar la salida de aquel laberinto, la salida que le quitaría aquel peso de sus logros inacabados. Quería salir y dejar atrás sus miedos.
Su carrera le llevaba continuamente a un final sin salida, a una gruesa pared que le obligaba a retroceder y buscar un nuevo camino que, cada vez iba siendo más difícil de recorrer. En cambio, su perseguir no tenía ninguna dificultad en seguirlo, cuanto más asustado estaba él por no lograr salir, más rápido era su enemigo.
Cuando ya veía el final de su largo recorrido, una piedra lo hizo caer y rodando por el suelo, su perseguidor acabó por alcanzarlo. El joven gritaba al ver abalanzarse sobre él a todos sus miedos y metes sin alcanzar, el terror invadía su cuerpo. El ente penetró su cuerpo y lo obligó a recrear en su mente todo aquello que temía y no fuera capaz de superar. Los gritos del chico llenaban el silencioso laberinto. Temblando pedía que todo aquello acabase, no quería seguir viendo a sus temores.
Sus gritos acabaron por apagarse, pero su cuerpo seguía temblando por un largo rato.
Tras varios minutos el chico se relajó y se puso en pie. Miró hacia atrás y se dio cuenta de que el laberinto ya no existía sino que, en su lugar, se hallaba un camino recto, sencillo de pasar y bien iluminado. Ahora entendía que su carrera había sido inútil, entendía que si hubiera aceptado sus miedos, si hubiera aprendido a superarlos y no huir de ellos, todo aquel camino le hubiera resultado más sencillo, pues, escapando no había hecho otra cosa que empeorar la solución, no le había dado una oportunidad para aprender. Riéndose siguió avanzando hasta alcanzar el final de aquel camino. Al otro lado le esperaba el fin de sus miedos y un nuevo comienzo para lograr terminar todas aquellas metas que había dejado atrás.
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