Marc besaba la piel desnuda de Erica mientras esta dormía un poco, la huida había sido agotadora. Esperaba que al haber huido por carreteras secundarias los perseguidores no los encontrasen con facilidad.
Erica no tardó en despertarse y nada más hacerlo lo besó con suavidad. Al separarse se quedó pegada a él, calla y sin que se notase su respiración, no tenía ganas de hablar y mucho menos de pensar en qué hacer, sólo quería quedarse acostada en aquella cama pegada a Marc.
Pasaron el fin de semana en la casa rural que habían alquilado, sin que nadie los molestase y sin hablar de lo ocurrido en la vieja casa de la familia de Erica. Por desgracia, sabían que aquella tranquilidad no iba a durar enternamente y que no les quedaba otra que decir qué hacer a partir de ahora.
-Marc...- Comenzó a hablar Erica-, tenemos que pensar a dónde ir y qué hacer.
-Ya- se limitó a responder él.
-No podemos quedarnos aquí ni un día más o acabarán por encontrarnos.
-¿Ir a dónde? ¿O acaso hay más gente que lucha contra el nuevo rey y que nos pueda ayudar?
-Sí, la hay. Pero ninguna en este país.
-Pues vayámonos- dijo él.
-No es tan fácil Marc, no podemos viajar en transporte público, nos encontraran por el registro.
-Hagamos el viaje en coche, amor.
-Ay, chico guapo, están las aduanas y...- Marc no la dejó proseguir.
-No necesitamos ir por los caminos convencionales, ¿cómo, sino, lo hacían los antiguos grandes contrabandistas? Con el pedazo coche que tienes, podemos ir incluso por el medio del bosque.
-Puede que tengas razón, Elegido- le sonrió ella.
-Siempre la tengo, preciosa- y riéndose comenzaron a preparar sus maletas para proseguir con su viaje.
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