Abrí los ojos, todo estaba oscuro y tenía una jaqueca que no me dejaba pensar con claridad. Me levanté de cama y abrí la persiana, dejando que la luz se colara en mi habitación. Fui al baño y me miré en el espejo, tenía unas ojeras muy marcadas, normal, con los sueños tan extraños que había tenido, no pude pegar ojo en toda la noche.
Intento olvidar lo soñado mientras me ducho, pero todo lo ocurrido había parecido real.
Hoy venía mi tío de visita, pocas veces lo veíamos ya que su trabajo lo tenía bastante ocupado. Con él iban a venir su mujer su chico al que habían adoptado. Así que, quería estar perfecta. Mientras no llegasen haría los deberes, para poder estar con ellos todo el día.
Sobre la una de la tarde llegaron, yo esperaba en el salón, sentada en el sofá. No podía creer lo que estaba viendo, el chico que acompañaba a mis tíos era con el que había soñado. El que me había matado y al que yo había matado justo antes de despertarme. ¿Eso quería decir que no había sido un sueño sino que todo había sido real? ¿Que seguía en su estúpido juego?
-Diana, querida, ¿por qué no le enseñas el pueblo a Alfred?-me sugirió mi madre, aunque por la forma en que lo decía sabía que no me podía negar.
-Claro. Vamos.
Salí por la puerta seguida de él, no hablamos mientras caminábamos por las calles, sólo me habló cuando llegamos al parque que se encontraba bastante alejado de mi casa...
Orejas Paula, en serio????
ResponderEliminarsiempre me pasa igual
ResponderEliminarjaja