Marc miraba a Erica, ella le sonreía con ternura, esperando una respuesta del chico o un simple gesto que le indicara qué le pasaba por la cabeza al nuevo vampiro.
-Entiendo- fue lo único que fue capaz de decir.
-No estoy diciendo que piense matarte, ni mucho menos- hablaba de forma calmada y sonriéndole-. Sólo que, si mueres, seguirás existiendo y que serás un auténtico vampiro.
-¿Y qué diferencia hay entre ahora y serlo de forma completa?
-A parte de la inmortalidad, tendrás más fuerza y serás más rápido. Ya no necesitarás comer ni dormir.
-¿Y qué tengo ahora de vampiro?
-Que necesitas sangre para poder sobrevivir, aunque no tanta como yo, por supuesto. Que tus heridas se curan mucho más rápido. El sol de molesta y tus sentidos están mucho más agudizados.
-Erica... Me gustaría estar solo. Necesito tiempo para asimilar todo esto.
-Claro.
Marc acompañó a la vampiresa a la puerta y cuando esta salió por la puerta, subió hasta su cuarto.
Una vez allí se tiró sobre la cama deshecha, ni siquiera había abierto la persiana, todo estaba a oscuras. Se notaba que hoy estaba completamente solo en casa.
Suspiró. El día se le había ido al garete. Su plan para hoy era pasarse el día jugando a la play, comer pizza y verse algunas pelis. Pero la visita de Erica había cambiado todo eso. Bueno, realmente, la llegada de esa chica había provocado que su viera cambiara por completo. ¿Qué sería ahora de su vida? ¿Y de su familia y amigos? ¿Ahora se iría con aquella chica a acabar con todos esos cazavampiros?
Le empezaba a doler la cabeza, necesitaba descansar, aunque sabía que le iba a ser totalmente imposible. Cerró los ojos e intentó dormir.
Se despertó pasadas dos horas, sudando y más cansado de lo que se había acostado. Se dirigió al baño para mojarse la cara y al verse al espejo, comprobó que sus ojos estaban rojos. Tenía hambre y, precisamente, no era comida lo que quería.
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