Erica le dejó tiempo a Marc para que pudiera asimilar todo lo que ella le acaba de contar. Lo miraba, tranquila, pero en cambio, a él se lo veía confuso, algo que era normal, pues no era fácil creerse lo que ella le había contado.
Pasaron varios minutos hasta que se rompió el silencio.
-Así que ahora soy un chupasangre... Y todo por cosa de lo que dijo un oráculo...- tras decir eso empezó a reírse, como si estuviera loco.
Ella esperó a que se calmara, la reacción del chico le parecía de lo más normal. Otros reaccionaban peor.
Marc se desplomó en el sofá, hundiéndose en él. Erica se acercó a él, sonriéndole de forma tierna.
-Ya sé que es difícil de creer. Pero, no todo es como creéis vosotros, los humanos- su voz era cálida y calmada, como si pretendiera calmarlo con su voz-. Existen criaturas a las que tacháis de fabulas, mitológicas o cuentos infantiles. En este mundo hay mucho más de lo que vosotros queréis ver. Y más ahí fuera.
-¿Ahí fuera? ¿Me estás diciendo que existen extraterrestres?- el chico empezó a reírse de una forma escandalosa. Pero la mirada seria de Erica le hizo entender que tampoco estaba bromeando-. Joder. ¿Y por qué no nos enteramos de eso?
-Vamos, ¿crees que al gobierno le interesa que unos simples humanos conozca la existencia de otros seres?
-Bueno... Supongo que no- resopla, todo eso sonaba a cuento chino, a una locura de la chica, pero, ¿y si era verdad?- Erica... ¿Por qué precisamente yo? ¿Acaso el oráculo te dio mi nombre y dirección?
-No. Los oráculos nunca dan la información exacta. Ella me dijo que te encontraría y que sabría que eras tú. Sólo me contó como eras. Desconozco los motivos por los que ella te marcó como el elegido, supongo que estaba escrito, sería el destino.
Él la miró. Sabía que necesitaría tiempo para asimilarlo todo.
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