jueves, 31 de julio de 2014

9: Perdida

Pasaron aún varias horas hasta que Sam volvió en sí. Cuando abrió los ojos estes estaban teñidos de rojo. Había perdido la cordura, su mirada estaba vacía, ya no reflejaba nada.
-Al fin despiertas, pequeña zorra- el hombre la miraba, con una sonrisa dibujada en sus finos labios. Parecía que no percibiera el cambio en la chica-. ¿Ahora vas a responderme?
La diablilla no respondió, el único sonido que salió de su garganta fue un fuerte gruñido. Estaba cabreada y él era el culpable.
-¿Estás enfadada pequeña? Pobrecita- empezó a reírse, cosa que aumentaba el cabreo de la joven.
Movía de forma brusca sus brazos, intentando romper las cadenas que las mantenían prisionera. Cuando perdía la cordura, su poder aumentaba de una forma inimaginable e incluso era capaz de usar su magia en donde, con sus capacidades normales, no podía realizar. Esperaba que en aquella celda pudiera, aunque fuera, transformarse en demonio, así lograría salir de allí.
-¿Esperas escaparte? Como si pudieras hacerlo. Llevas semanas sin comer y apenas duermes. No tienes las suficiente fuerza como para romper las cadenas que rodean tu cuerpo. Además, aquí no hay magia. No existe nada que te pueda ayudar.
Con sus manos agarró de las cadenas y empezó a tirar de ellas, intentando arrancarlas de ese modo, pero, con su aspecto humano jamás lo lograría.
Reuniendo toda la fuerza de la que disponía, recurriendo a su magia y gritando en el proceso, finalmente logró tomar su aspecto de demonio. Una cola apareció a su espalda, en su cuerpo se le acentuaron más sus músculos, los rasgos de la cara parecían ahora felinos. Ya no parecía una chica buena.
-¡¿Cómo cojones has sido capaz de transformarte?! ¡Es imposible!- por primera vez su voz sonaba algo apagaba y su tono reflejaba el terror que sentía.
Tiró de las cadenas hasta arrancarlas del techo y las paredes. Usando su magia logró derretir el metal que las formaba y así deshacerse de ellas sin el menor esfuerzo. Cuando estaba totalmente liberada, miró a su torturador y se empezó a reír de una forma sádica.
-¿Ahora qué, cabrón? ¿Tienes miedo de está pequeña zorra?- Seguía riéndose mientras se acercaba a él y este se iba pegando más y más a la pared.
Con un movimiento rápido Sam lo agarró del cuello y lo estampó contra la pared, golpeándole de esa forma la cabeza. El hombre golpeó el pecho de la chica con la barra metálica, pero ella ni se inmutó, ya no sentía nada. Le agarró el brazo y empezó a retorcérselo hasta que sintió como el hueso de éste se partía. El torturador empezó a gritar de dolor, el hueso atravesara su piel, saliendo al exterior seguido de sangre. La demonio ya no respondía a nada, sólo lo quería ver muerto, al igual que al resto. Presionando su mano sobre los pectorales de él, acabó por destrozarle el tórax y arrancarle el corazón. Lo tiró lejos mientras observaba como el que la había hecho sufrir durante esos días moría de una forma dolorosa.
Intentó abrir la puerta, pero desde dentro era imposible, ni usando su magia lograba moverla. En el exterior se oían más gritos, alguien se acercaba corriendo. Daba igual quien fuera, ella lo mataría, ya era demasiado tarde, estaba perdida.

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