El coche negro corría a gran velocidad por las desiertas carreteras secundarias ya apenas transitadas, pues estas seguían sin asfaltar, lo que dificultaba la conducción. Marc y Erica se encontraban en silencio y con los sentidos más que agudizados, estaban completamente alerta por si aparecía algún vehículo sospechoso o por si alguien comenzaba a seguirles. Esta vez no tenían ningún lugar seguro al que ir, fueran a donde fueran, sabían que los iban a encontrar.
-Marc, ahora no podremos pasar más de dos días en el mismo sitio.
-Lo sé...- suspiró el chico, echaba de menos la tranquilidad de su vida y la comodidad de su casa.
Condujeron durante un par de días, parando solo para comer o asearse, mientras uno dormía el otro seguía conduciendo, sin detenerse. Durante esos dos días apenas hablaron, no sabían que decir, tenían miedo a que los encontraran antes de poder descansar un poco.
-Erica, amor, despierta- intentó despertarla Marc con la voz suave y moviéndola suavemente.
La chica abrió lentamente los ojos y miró a su alrededor confusa, le llevó un rato recordar que estaban huyendo en su cuatro por cuatro.
-¿Qué pasa?- Quiso saber ella.
-Creo que he encontrado un buen sitio en donde quedarnos esta noche para descansar- le respondió él, sonriendo y alegre a pesar del cansancio que tenía y que sus ojos y ojeras reflejaban.
-¿Dónde?
-En esa casita rural, al parecer, por lo que he visto en los carteles, la alquilan por día. Además, está bastante apartada del pueblo y en esta época del año dudo mucho que esté alquilida.
-Oh, Marc, eres un genio- dicho esto lo besó.
-No es para tanto- empezó a reírse él-. Sigue descansando, vampiresa. Te despierto cuando lleguemos.
La chica asintió y volvió a dormirse mientras Marc conducía hacia aquella casa rural.
Los chicos llegaron allí en menos de media hora y, tras despertar a su compañera, ambos fueron a preguntar a la dueña de la casa si tenía alguna habitación libre, por suerte para ellos, ese día, no había ni una sola habitación alquilada.
Tras firmar con unos nombres falsos, subieron a la habitación que habían alquilado y se acostaron, olvidando por un momento todos sus problemas mientras sus pieles se rozaban.
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