Sam dormía sobre Taku, como cada noche desde que se hicieran buenos amigos y, siguiendo esa rutina, el chico la abrazaba y acariciaba mientras la miraba dormir. Le gustaba pasar las noches así, él rara vez necesitaba dormir y prefería tener a aquella chica entre sus brazos y estar calmado que pasarse la noche en vela en busca de cualquier otra tonta diversión. La chica se movía entre sus brazos, él sabía que su novia no tardaría en despertar y así era, al poco Sam abrió los ojos y besó a su novio. Él correspondió a aquel beso con una sonrisa en sus labios, le encantaba esas mañanas en las que su chica se despertaba a su lado y de aquella forma tan mimosa. Al poco la chica dejó de besar a su novio y saltó al suelo y empezó a vestirse rápido.
-Sam, ¿qué haces?- Quiso saber el chico, extrañado ante ese comportamiento de su novia.
-¿Cómo que qué hago? Joder amor, se hace tarde, voy a llegar tarde a clase- respondió ella, sin dejar de vestirse.
-Amor...- Dijo él entre carcajadas-. Fuimos expulsados, ¿recuerdas?
-Es verdad- respondió ella volviendo a la cama y riéndose-. Se me había olvidado. Entonces... Podemos pasarnos el día en cama, sin hacer nada.
-Así es amor, sin hacer nada más que abrazarnos y besarnos.
Sam, sonriente, se sentó sobre su novio y lo besó con ganas, él, por su porte, la pegó a su cuerpo rodeándola por la cintura y siguió aquel beso.
Los chicos se pasaron en aquel cuarto todo lo que quedaba de mañana, sin hacer otra cosa que abrazarse, besarse y reírse de lo que contaban. Solo decidieron salir de cama una vez que Sam declaró que tenía hambre y decidieron bajar a la cocina para comer algo.
En la cocina estaban sus familiares, comiendo y charlando de forma animada sobre lo bien que se estaba sin tener que verle la cara a la señora Arai.
-Hola chicos- los saludó Sam de forma animada.
-Que contenta se te ve, gatita.
-Pues si, lo estoy. Me gusta esta tranquilidad, sin que nadie nos moleste y poder estar todo el día en cama tirada junto al guapísimo de mi novio- respondió sonriente la chica.
Se sirvió un plato de la comida que habían preparado los chicos y, a pesar de que había muchas sillas libres, prefirió sentarse sobre las piernas de su chico para comer y chalar con sus amigos.
Tras acabar la comida y limpiar lo que habían ensuciado, Sam y Taku salieron de la casa y dieron un pequeño paseo por los alrededores de la casa. Caminaron de la mano, muy pegados el uno al otro, charlando animadamente y parándose para abrazarse o darse algún que otro beso. Llegaron a un parque infantil en donde Sam se sentó en uno de sus columpios y Taku comenzó a columpiar.
-¿Sabes amor? De niña adoraba este sitio... Aunque de aquella esto estaba mucho más lleno- dijo ella con los ojos cerrados mientras se dejaba columpiar.
-Si... Es un sitio bonito y tranquilo.
-Además, hay un lago cerca en donde jugaba también de niña.
-¿Me lo enseñas luego, amor?
-Claro- le sonrió ella.
Poco a poco se fue haciendo de noche y los chicos decidieron ir hacia el lago. Una vez allí, Sam, de forma divertida y con una sonrisa pícara en los labios, se desnudó y se metió en aquella agua cristalina y en calma. Taku, al verla, no puedo evitar sonrojarse, era la primera vez que miraba el cuerpo desnudo de su chica.
-¿Qu-quá heces amor? ¿Estás loca o qué?
-No- dijo ella entre risas-, no lo estoy. Vamos amor, métete, el agua está buenísima.
El chico, sin vacilar, se desnudó rápidamente y se metió en el agua con su chica. Ella, por su parte, rodeó el cuerpo de su novio con las piernas y su cuello con los brazos.
-Así es como debemos estar, pegaditos.
Él sonrió y la besó una vez más.
Pasaron casi una hora dentro del lago. Se mojaron el uno al otro riéndose y sintiéndose completamente felices. A ambos les encantaba aquella tranquilidad, les gustaba estar junto a la persona a la que amaban, sin que nadie los molestase.
Al salir se secaron con unas toallas que Sam había hecho parecer y se sentaron a los pies de un árbol, donde se acostaron y se abrazaron en silencio, sin dejar de sonreírse.
-Amor... Tengo frío, ¿volvemos?- Pidió ella mientras temblaba a causa del frío.
Él asintió y, cogiéndola de la mano, volvieron juntos de hacia su nuevo hogar. Pero, por desgracia, había alguien que les impedía el paso.
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