Mi corazón palpitaba con fuerza, el miedo recorría mis venas, sabía que no estaba solo por aquel viejo hotel en el que me había quedado de ocupa.
Desde hacía dos noches escuchaba ruidos extraños, que en varias ocasiones no me dejaban ni dormir. Pero, hoy lo que sonaba a mi alrededor eran gritos desgarradores, parecían de una mujer, como si la estuvieran matando de una forma lenta y muy dolorosa.
Comencé a correr hacia la puerta principal. Llegué a ella e intenté abrirla, pero todos mis esfuerzos resultaban inútiles. Fuera lo que fuese que había en ese viejo edificio abandonado no quería que saliese de allí.
Busqué otras salidas, pero con el mismo resultado: puertas cerradas y ventanas tapiadas. Estaba encerrado, como si de una cárcel se tratase, aunque más bien como si me hubiera quedado encerrado en un matadero, a la espera de mi turno.
Un escalofrío empezó a subir lentamente por mi espalda, congelando mis músculos, me sentía observado, no sabía de quien ni exactamente en dónde, pero sabía que alguien me vigilaba de cerca. Era extraño, como si pudiera percibir lo que allí había.
Cerré los ojos, inspiré con fuerza, e intenté relajarme y percibir mejor los sonidos que había a mi alrededor. Seguía escuchándolos, pero, como no, no sabía con exactitud de dónde procedían. Tras estar así unos minutos, me dispuse a investigar y buscar a mi, por decirlo de algún modo, compañero de refugio.
Caminaba medio asustado, pero intentando aparentar que no lo estaba, fuera había comenzado a tronar y llover con fuerza, y la luz de los rallos era la única que había en el interior de aquel viejo edificio, pues, no me había atrevido a encender mi linterna. Me deslizaba lo más pegado a la pared que me fuera posible, y constantemente miraba hacia atrás y mi alrededor.
Apenas había puertas que se podían abrir, era como si, el que me había encerrado en aquel lugar, me quisiera llevar a una determinada habitación. Como no podía hacer otra cosa que seguir hacia delante, pues cada vez que quería volver, la puerta que acababa de cruzar se cerraba sobre mi cara, decidí seguir su "juego". No pasaron muchos minutos hasta que llegué al desván. El lugar estaba completamente desierto y el silencio inundaba en aquella habitación. A pesar de que había un ventanuco abierto, el aire no corría por aquella estancia.
Sin saber bien que hacer allí, me senté en el suelo a esperar lo que fuera. Me acabé durmiendo y al cabo de un par de horas me desperté al oír un fuerte golpe en una de las paredes del desván. Abrí los ojos, pero un fogonazo me cegó durante unos segundos. Cuando mis ojos se acostumbraron a esa claridad me fijé en que en el fondo de la habitación había una puerta totalmente y de que ella era de donde provenía esa intensa luz. Decidí, con valor que no sabía bien de dónde lo sacaba, encaminarme hacia aquella extraña puerta que había surgido de la nada.
Entré en ella lentamente y al hacerlo, la puerta se cerró de golpe al igual que esa extraña luz. Habían vuelto a jugar conmigo y a encerrarme, pero esta vez en un cuarto aún más pequeño. No oía nada a mi alrededor, pero percibí un extraño olor, como a putrefacción. Mis ojos no tardaron en acostumbrarse a esa nueva penumbra, cuando descubrí, en mitad de esa habitación, a una bestia comiendo y despedazando un cuerpo. Reprimí un grito al ver que ese cuerpo era el mío.
El creador de ese juego no había sido nadie más que yo mismo en busca de mi propio cuerpo. Y al encontrarlo, todo había vuelto a la normalidad. Desde ahora, mi destino, era seguir asustando a otros excursionistas perdidos o ocupas, hasta llevarlos a las fauces de la bestia.